"Mi príncipe se hallaba satisfecho con mi trabajo; lo aplaudía;
como director de una orquesta yo podía efectuar experimentos, podía observar lo que causaba impresión y lo que producía una resonancia débil, con lo que podía añadir, mejorar, cortar, asumir riesgos.
Me hallaba aislado del mundo (ich war von der Welt abgesondert), nadie en mi proximidad me podía provocar inseguridad ni me podía atormentar, y yo debí (o no tuve más remedio que) llegar a ser original."
Franz Joseph Haydn.
Sus contemporáneos le veneraron; después le defenestramos y ahora nos toca devolverle a uno de los lugares que honradamente le corresponde: nuestros blogs.
Sólo con paciencia adivinarán ustedes por qué estas sinfonías llevan el título que llevan...
Sinfonía de la sorpresa (sinfonía nº 94), de Joseph Haydn.
Sinfonía de los adioses (sinfonía nº 45), de Joseph Haydn.
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